BUEN TRATO Y MODELOS EDUCATIVOS DE CRIANZA

 ¿El mejor modelo parentomarental para el BUEN TRATO?

Podríamos definir el Buen Trato parentomarental  (1) como aquel que va más allá  de la mera ausencia de mal trato; el que se refiere a la existencia en el contexto familiar de condiciones que conduzcan a la cristalización de vínculos de apego seguro a una adecuada gestión de la expresividad y regulación emocional e, igualmente, a la existencia, de prácticas parentales que potencien el desarrollo de la autonomía, la autoestima y la resiliencia (Anaut y Cyrulnik, 2014; Barudy y Dantagan, 2005; DeHart, Pelham, y Tennen, 2006).

¿Y qué “modelo” parentomarental de los existentes se corresponde mejor con esta definición? Si revisamos un poco la bibliografía, podemos encontrar un número relativamente alto de estilos educativos o de crianza con diferentes nombres o “etiquetas”. Tradicionalmente se ha hablado del enfoque autoritario, permisivo, democrático o negligente. Podemos añadir otros nombres u otros estilos como el sobreprotector, punitivo, sacrificante, ausente, diplomático… También se han puesto en “boga” nombres como “helicóptero”, crianza consciente, crianza respetuosa, parentalidad activa…

Crear estas etiquetas es un intento de definir cómo moverse en torno a la expresión del afecto, la disciplina, la comunicación, el fomento de la autonomía, la protección, y otras variables implicadas.

Hemos de tener en cuenta que ningún padre o madre puede tener un estilo estrictamente puro, sino que se tiende más a uno incluyendo ciertos elementos de otros.

La adopción de un modelo u otro sabemos que depende de la “herencia” recibida, del enfoque   social imperante en un momento dado, de aspectos culturales, de las propias creencias, de las experiencias que se viven y del proceso consciente que se va haciendo.  

Y, ¿cuál es el MEJOR modelo? ¿Cuál es el que se relaciona mejor con el BUEN TRATO a la infancia?  Sabemos por la experiencia y los estudios de vida y neurociencias, que hay modelos claramente negativos para el desarrollo de los/as niños/as. Entre ellos, podríamos encontrar al ausente o  negligente.

Sin embargo, en determinados momentos muy puntuales algún elemento de un modelo autoritario, por ejemplo,  puede tener su dimensión adaptativa para la supervivencia (recordemos cómo nuestras figuras de liderazgo político han tenido que introducir algunas medidas que podríamos considerar más autoritarias para  asegurar el control médico de la pandemia, por ejemplo)

Por otra parte, enfoques como el protector o el de la crianza respetuosa pueden conllevar cierto “peligro” si degeneran o se llevan al extremo de la sobreprotección (por ejemplo, pérdida de la propia identidad y autocuidado marental o violencia emocional por falta de empuje a la autonomía) Y un modelo democrático mal entendido (en el que los niños y niñas participan de todo tipo de decisiones con mucho poder) puede crear inseguridad afectiva.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que buscar el modelo de crianza perfecto puede llevar a una rigidez que enferma y llevar al aislamiento de otros padres y madres que no “practican” la perfección. Esto hace que las redes afectivas se puedan “fragilizar”

 Sobre las competencias

José María Gasalla (2), que pertenece al mundo del liderazgo empresarial, plantea que no se trata tanto de encontrar o definir con un nombre el mejor modelo. Se trataría de ver qué elementos deberían estar presentes siempre. Y hace una traslación del enfoque del liderazgo con CONFIANZA de las 7 Cs al contexto familiar para tenerlas en cuenta como ejes que guíen:

  • Competencia. Supone ir ganando competencia como padre/madre y tratar de crear una armonía familiar grupal. Para ello, podrá ser necesario formarse, contrastar, pedir ayuda y muy importante el autoconocimiento y autocuidado.  
  • Consciencia. Hay que tener consciencia de cada hijo e hija, por ejemplo. Ver sus necesidades, entender sus comportamientos, ser empáticas y gestionar la relación con ellos. Y es importante tener en cuenta que cada hija es diferente y hay que superar el miedo a diferenciar a las hermanas. Hay que amar y conocer a los hijos por igual pero a veces hay que liderarlos de forma un poco diferente ajustándose a cada uno. Otros miedos que deberíamos superar desde la consciencia serían el miedo al conflicto con los hijos, a la pérdida de la relación, a abrirse demasiado emocionalmente...
  • Claridad. Supone hacer una crianza desde la honestidad y la sinceridad.
  • Cumplimiento. Es necesario cumplir con lo que se dice, con lo que se hace.
  • Coherencia. Se trata de que los pensamientos, las palabras, las acciones, las peticiones estén alineadas y podamos ofrecer un modelado real.
  • Consistencia. Se relaciona con ser ejemplo en perseverar en unos valores de respeto y integridad. Escuchar y percibir toda la esencia de las hijas.
  • Coraje. Ser padre/madre no es fácil y es necesario tener valentía para tomar decisiones, asumir riesgos, aprender de los errores y decir NO cuando hay que decir NO desde el amor y la ternura posibilitando alternativas cuando algo no es posible.

Si nos centramos en las competencias que padres y madres deberían desarrollar para ejercer un Buen Trato familiar a sus hijos, el grupo Etxadi-Universidad del País Vasco (3) identifica algunas competencias fundamentales basadas en evidencias científicas. El programa BBKFAMILY las presentaba así en una de sus actividades abiertas para familias en su  DOMO:  

1-      Protegerles antes de nacer. Imaginar en positivo la llegada del bebé y preparar el equipo de crianza y el hogar saludable.

2-      Construir vínculos seguros. Desde la base del amor incondicional, una base de estabilidad y con la responsabilidad igualitaria.

3-      Saber que nos imitan. Dar un modelo y una referencia positiva en su camino hacia la autonomía.

4-      Jugar a cualquier edad. El juego, los cuentos como un espacio de relación insustituible por pantallas.

5-      Practicar la flexibilidad y el respeto. Evitar las comparaciones, aceptar la forma de ser de cada una, sus aficiones, sus proyectos …  desde un respeto mutuo.

6-      Expresar y regular emociones. Identificar, poner nombre y regular las emociones según sus necesidades y ser modelo en ello. Así su autoconocimiento y el conocimiento mutuo será mayor.

7-      Ponerse en el lugar de otras personas. Enseñar a entender, valorar los deseos, emociones, creencias de las demás personas. Labrar el camino hacia la solidaridad.

8-      Practicar la educación democrática. Exigir, con respeto, sus compromisos y esfuerzos  para su entorno; que puedan sentirse útiles.

9-      Fomentar la autoestima. Reconocer sus esfuerzos cotidianos y su responsabilidad con los demás.

10-   Practicar la exigencia. Animarles a que “busquen  agua para cuidar su cepa” en lugar de regarla nosotras en exceso.

11-   Aprender a afrontar el estrés y el conflicto. La casa como una escuela de civilización y respeto de los derechos humanos en la resolución de conflictos. Pedir ayudar si es necesario para ello.

12-   Fomentar las relaciones sociales. Ir al parque, patio para que se relacionen estando presente para ayudarles.

13-   Relacionarse con la escuela. Con una buena comunicación y trabajo conjunto.

La clave de la “balanza”

Parece que el quid de la cuestión es garantizar una seguridad afectiva en los hijos. De esta forma, como plantea Boris Cyrulnik, experto en Resiliencia, (4), estarán más preparados para afrontar las situaciones difíciles de la vida. Hay algunos elementos que se han comprobado inhibidores de esta seguridad afectiva. La violencia física o emocional en sus diferentes formas (sabemos que hay formas inconscientes o “normalizadas”) Además de la violencia que tradicionalmente se ha considerado “directa”, Cryrulnik señala la “violencia conyugal” como otro de los factores significativos así como la precariedad social. Ésta supone una fuerte carga de estrés y ansiedad para padres y madres. Puede derivar en que estén más centrados en aspectos básicos de la supervivencia física, no tengan red afectiva de ayuda, pasen menos tiempo con sus hijas, desarrollen enfermedades sociosanitarias o se encuentren en estados emocionales más complicados para poder criar de forma segura.

De hecho, María José Rodrigo (5) plantea que hay algunas familias que, por sus circunstancias, podrían estar en mayor riesgo a priori. Por ejemplo:

-          Madres solas sin apoyos familiares o sociales con hijos a cargo, sobre todo, si tienen alguna discapacidad.

-          Familias con situaciones de violencia en el hogar.

-          Familias que viven en barrios conflictivos sin recursos educativos.

-          Familias en las que los niños  y niñas reciben escasa atención por el exceso de horas de trabajo de sus padres y madres.

-          Adolescentes embarazadas sin apoyo familiar.

-          Familias con hijos e hijas de otras culturas con situación de acoso escolar y cuyos padres-madres viven excluidos en la comunidad.

Un factor que se ha visto clave para poder “girar” de forma preventiva o protectora la ecuación del Buen Trato familiar es que las familias puedan contar con ayuda de una red  afectiva o recursos de apoyo  en la comunidad.  Boris Cyrulnik señala que contar con alguien que te ayude, que esté contigo es, por ejemplo, un elemento básico de resiliencia para llevar mejor una situación difícil en la vida.  Poder tener una red de apoyo, pedir ayuda y enseñar a los hijos e hijas a hacerlo también es, de hecho, una competencia parentomarental básica.

La experta en Protección a la Infancia Pepa Horno (6) señala en este sentido que la comunidad es clave para la crianza, sobre todo, en épocas o circunstancias de incertidumbre y dificultad. La comunidad disminuye la exclusión, reduce la violencia y posibilita la creación de vínculos horizontales entre las personas. Por ello, sería necesario, por ejemplo:

-          fomentar la generación de redes de ayuda logística entre las familias (asociaciones, espacios comunitarios de encuentro…)

-          crear espacios abiertos comunes para las familias.

-          cuestionarse en positivo la posibilidad de que las familias participen en la comunidad con los niños y las niñas.

-          practicar la mirada al resto de las familias desde el cariño, la escucha empática y sintiendo que formamos parte de una misma “tribu”.  (como nos mirábamos desde los balcones en época de confinamiento por pandemia)

Todas estas dimensiones las hemos de tener claras los recursos y profesionales que nos dedicamos a acompañar educativamente a familias. En ocasiones, el modelo educativo de algunas familias no es el “mejor” y, siendo así, para ellas puede tener una función “adaptativa” en su entorno y ser fruto de un entramado de muchos factores. Posibilitar que encuentren alternativas propias protectoras es un proceso complejo y que requiere crear una relación de seguridad afectiva con ellas.  Además, el punto de partida para cualquier proyecto educativo debe ser el garantizar a la familia necesidades básicas como una vivienda digna, ingresos económicos, trabajo e incluso protección física y psicológica. Cuando estos estresores se van despejando en mayor o menor medida, podemos acompañar de otra manera procesos de cambio de competencias, desde la dimensión amplia de la resiliencia familiar. Uno de los objetivos será siempre fomentar redes afectivas sanas para esa familia en su entorno. De hecho, Pepa Horno, por ejemplo, recomienda no cerrar una intervención con una familia si ésta no cuenta con una o dos personas de su entorno que puedan ser fuente de apoyo emocional sano.  Y esto no siempre es fácil y requiere tiempo y tesón. Y no siempre lo tenemos "administrativamente". 

¿Con qué nos quedamos?

Desde luego, “invertir” en las familias es invertir en nuestra sociedad de una manera inteligente. Y esto supone hacerlo tanto a un nivel de protección (cuando ya hay dificultades) como de prevención.

Fomentar una parentomarentalidad positiva en la sociedad tiene un impacto positivo en la infancia, eso está claro. La Psiquiatría, la Psicología e incluso la Etología del Desarrollo, acompañadas de los descubrimientos de la neuroeducación, así nos lo dicen. Además, los estudios que se han hecho sobre el retorno económico de la acción preventiva en parentomarentalidad positiva también lo apoyan. “Compensa”, incluso económicamente.  Y está claro que las últimas estadísticas sobre salud mental y grado de violencia (en sus múltiples facetas) que sufre la infancia  y la sociedad adulta nos muestran su necesidad. (Estudios diversos de UNICEF, Save The Children, EDUCO, Asociación de Psicología Infanto-Juvenil, FAMPI …)  

Apoyar la parentomarentalidad positiva puede hacerse de muchas maneras. Crear campañas de sensibilización, impulsar recursos de apoyo a las familias, dar a conocer los medios existentes, poner en marcha talleres, cursos y actividades para la reflexión, crear espacios comunes en la comunidad para el encuentro, facilitar redes de ayuda logística mutua… Y también pasa por combatir la precariedad social, combatir la pobreza económica, facilitar una vivienda digna, apostar por verdaderas medidas de conciliación, responsabilidad igualitaria, crear más y mejores servicios de atención pública a la Salud Mental, atender la dimensión emocional de las mujeres embarazadas y recién paridas …

¿Y sobre qué modelo de parentomarentalidad? Sobre un modelo que científicamente se relacione con el Buen Trato pero ¡ojo! teniendo en cuenta a cada familia y su punto de partida. El ajuste a la realidad emocional, psicológica, física, social…de cada una tiene que ser contemplado. Mar Romera (7) nos “avisa”, por ejemplo, de que tratar de “copiar” un modelo de crianza “ideal” incorporando como autómatas una “batería” de consejos o pautas generales sin un proceso de reflexión emocional y particular no va a funcionar. Y hay que partir, sin duda, de aprender a ESCUCHAR y responder a las necesidades de los niños y niñas. Desde el afecto, desde los límites, desde la flexibilidad, desde la regulación emocional… Para crear un clima de seguridad afectiva que posibilite clarificar expectativas, dar autonomía, tener retos, posibilitar reconocimiento, innovar, crear …

Cualquier familia que quiera practicar la parentomarentalidad positiva necesita escuchar a sus hijos e hijas. Y cualquier programa que quiera fomentar este enfoque de Buen Trato en la familia debería escuchar, recabar la opinión e incluir a los niños y niñas como agentes en las fases de diseño, ejecución y evaluación de sus acciones.

Un grupo de adolescentes en uno de los talleres de la campaña Buentratarte (8) nos decía:

-          “Si no nos escucháis, no sabréis cómo ayudarnos”

-          “Si nos escucháis pero luego hacéis lo que queréis, ¿para qué nos escucháis o decís que nos escucháis?”

-          “Si no nos escucháis y pensáis a tiempo, haréis las cosas (bien) tarde”

-          “Si nos escucháis y luego nos mentís, es lo peor”

Para acabar, me gustaría, quedarme con esta palabra:  ESCUCHA CONSCIENTE. No es una de nuestras mejores competencias como padres/madres, como personas, como entidades o recursos. Escuchar se escucha con los oídos, con la vista, con el tacto… incluso con el olfato y el gusto … Y se escucha, sobre todo, saliendo de nuestro propio narcisismo y desde el corazón. Criar de forma consciente supone escuchar de manera consciente. CULTIVEMOS LA ESCUCHA para sentir, para vislumbrar qué hacer, para hacer lo oportuno, para no llegar tarde y para practicar la honestidad.

Begoña Ruiz Ibáñez.  

Psicóloga, educadora  y referente de Protección a la Infancia en BIDEGINTZA S.Coop. Educadora y colaboradora en programas  y espacios divulgativos  en torno a la Parentomarentalidad Positiva y el Buen Trato.  

BIDEGINTZA COOPERATIVA de iniciativa social sin ánimo de lucro.

Bilbao, 2022.



 (1)    Ayuntamiento de Vitoria- Gasteiz. Programa de Parentalidad Positiva https://www.vitoria-gasteiz.org/docs/wb021/contenidosEstaticos/adjuntos/es/24/49/82449.pdf 

(2)    José María Gasalla. “Como fomentar la autoconfianza de un adolescente...y de ti mismo” . Jornadas Online: “Convivir con un adolescente”

(3)    Grupo Etxadi- UPV Competencias Básicas para la crianza en adaptación para BBKFAMILY  

(4)    Boris Cyrulnik. “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional” Aprendemos Juntos https://youtu.be/_IugzPwpsyY

(5)    María José Rodrigo. II Jornadas “Apego, Resiliencia y Parentalidad positiva” Asociación Biraka

(6)    Pepa Horno. “Criar en tribu, crecer en red” Jornadas BBKFAMILY https://youtu.be/bZTkAF8NSE0

(7)    Mar Romera “El bienestar de nuestros/as hijos/as” Jornada de BBKFAMILY

(8)    Bidegintza. “Voces de Niños y Niñas sobre el Buen Trato” https://buentratarte.blogspot.com/2020/04/descarga-la-memoria-voces-de-ninos-y.html

Otras referencias:  

-          KIT DE PROTECCIÓN DE EDUCO www.educo.org

-          UNICEF “Guía de Paternidad Activa para padres” https://www.unicef.org/mexico/media/6311/file/Gu%C3%ADa_de_paternidad_activa_para_padres.pdf

-          Ayuntamiento de Santander Decálogo del Buen Trato a la infancia https://www.bienestaryproteccioninfantil.es/imagenes/tablaContenidos03SubSec/cavas_05_decalogo.pdf

-          Save The Children “Queriendo se entiende la familia” https://www.savethechildren.es/sites/default/files/imce/docs/queriendo_se_entiende_la_familia_vok.pdf


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