BUEN TRATO Y SALUD MENTAL EN LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA.

 

¿DE VERDAD ESTÁ TAN MAL LA SALUD MENTAL

DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES?

La Salud Mental (S.M.)  se está revelando últimamente como uno de los problemas de nuestra sociedad. Y no sólo la adulta, sino también la de niños, niñas  y adolescentes.

Las estadísiticas nos dicen que los casos de ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria, del neurodesarrollo, algunas adicciones y otros han aumentado. También el número de intentos de suicidio. O por lo menos, están más visibilizados. Lo que se va evidenciando antes y ahora es que no contamos con suficientes recursos para acompañar la salud psicológica. Esto, en el caso de la población infantil en vulnerabilidad aún es más palpable. Los factores de estrés son mayores, los de protección menores y el acceso a servicios de ayuda (la mayoría privados) se complica. Lo confirman diferentes estudios e informes de UNICEF, Save The Children y de los recursos sociosanitarios. (1)

¿Qué está ocurriendo? ¿Estamos ante una infancia-adolescencia patologizada? ¿Es algo nuevo? ¿Es así o se está exagerando? ¿Es el efecto de la pandemia y su fatiga?



No

es una realidad nueva.

Realmente, la  presencia de dificultades psicólogicas en niños, niñas y adolescentes no es algo que ha emergido de repente. Desde los recursos educativos, sociales y sanitarios ya veníamos viendo esto desde hace tiempo. (también la escasez de recursos para apoyarles aun cuando la gente que está en ello trabaja  bien en general dentro de las limitaciones estructurales que hay) También creo que los niños y niñas sufren malestares emocionales que hay que acompañar, pero no todos son enfermedades o trastornos mentales. Y es verdad  que la pandemia ha hecho mella en la aparición o agravamiento de algunos casos. Pero tampoco hablaría  de una ola de pandemia de enfermedad mental. 

En cualquier caso, que la salud psicólogica de su infancia y adolescencia esté "tocada", es algo que una sociedad tiene que "mirarse".  Sobre todo, para enfocarse en la búsqueda de alternativas para prevenir y acompañar cuando aparecen problemas. 

Afortunadamente, se está dando un paso hacia una mayor conciencia de la importancia de la salud mental y las repercusiones de que ésta se fragilice. Es una oportunidad para buscar soluciones, sin que se quede en un mero “tema de moda” o nos dejemos llevar por una "hipocondría mental excesiva". 

Es verdad que  a favor se va notando cierto “giro” en:

  • Abordar la dificultad psicológica más allá del estigma. Las personas adultas siempre hemos tendido a ocultar nuestro malestar psicológico para que “no se supiera”. Y, de paso, tapábamos los de nuestras hijas. Éstas tomaban nota y tampoco se “atrevían” a expresarlo con el consiguiente "duplicación del malestar" por tener que esconderlo.  Ahora se “vislumbra” un pequeño cambio.
  • Ser capaces de “ver más y mejor”. En general, no hemos sido entrenadas en reconocer señales del malestar psicológico. Ahora, por lo menos,  cada vez nos “inquietamos” más por algunas cosas.
  • Hablar un poco más de la educación emocional como algo fundamental y transversal en la escuela, en la familia, en el ocio y tiempo libre… Si un niño no tiene herramientas para tomar conciencia de cómo se siente y expresarlo (sobre todo, cuando se siente mal), será más difícil que pueda pedir ayuda y que el resto podamos percibirlo.
  Se empieza a hablar en foros políticos de este tema también. Por ejemplo, la nueva ley de Protección a la Infancia frente a la Violencia se plantea garantizar una atención en S.M. integral reparadora y adecuada a las víctimas de violencia menores de edad. Es un gran avance y habrá que ver cómo se concreta. Desde luego, sería necesario plantear de manera general una S.M. integral para todas las niñas y adolescentes que la necesiten por diferentes motivos además de la violencia. El acceso a la Salud (incluida la salud mental) es uno de sus derechos básicos recogidos en la Declaración Universal de Derechos de la Infancia. 



Cuáles son las causas

Las causas de los problemas de S.M. son multifactoriales. A veces, los niños pasan determinadas vivencias que les pueden resultar “traumáticas” o difíciles de digerir. Otras veces, viven en entornos concretos que aglutinan muchos factores de estrés que no saben afrontar. Y quizás un estilo social como el que arrastramos tampoco ayude. La psiquiatra Marian Rojas, por ejemplo, lleva tiempo reflexionando sobre la influencia negativa del modelo social de la inmediatez, del individualismo, de las prisas, de la hiperestimulación, del perfeccionismo, de la conexión digital constante, de la atención a todo y a la vez a nada, de la sobreprotección, de la falta de voluntad con esfuerzo… (2)

Algunas claves sobre la Salud Mental.

La psicóloga Pepa Horno da algunas claves a tener en cuenta en el abordaje de la Salud Mental (S.M.)  Infanto-Juvenil: (3)

  • Hay que dar prioridad política a la S.M. de niños y adolescentes con recursos económicos y no sólo en casos de urgencia.
  • Hay que formar a los/as profesionales (profesorado, educadoras, pediatras…) para detectar antes y saber cómo acompañar/derivar/informar y apoyar a las familias.  
  • Tener un problema de S.M. no supone tener una enfermedad o un trastorno. No hay que caer en la dinámica de hacer rápidamente etiquetas diagnósticas y/o medicalizar.
  • Hay que considerar que es una realidad biopsicosocial y es necesaria una intervención multidisciplinar
  • Hay que tener en cuenta que pueden aparecer somatizaciones, enfermedades físicas, alteraciones sensoriomotrices o derivar incluso en problemas de “aparente mal comportamiento”
  • A veces, las problemáticas de los adolescentes se visualizan más por ser más “llamativas” y se abordan con planes de acción. Pero en la infancia también se pueden dar dificultades emocionales (a veces, pueden aparecer como retrasos madurativos o dificultades de aprendizaje incluso) Así, sería interesante que dentro del seguimiento de pediatría se tuviese en cuenta la salud emocional también, por ejemplo.  
  • Y, por supuesto, todo esto dentro de una equidad en el acceso y distribución de los recursos.


La pandemia no ayuda.

Sin duda, la pandemia está sumando factores de estrés y va haciendo mella en la dimensión emocional de personas adultas y menores de edad.

La Salud Mental bascula en un equilibrio entre los factores protectores con los que contamos y los factores de riesgo o “estresores” que se nos presentan, además  del temperamento con el que contamos.  La pandemia puede ir haciendo que los estresores ganen y “pesen” más. Desde ahí, será interesante poder dar “más peso” a los elementos protectores en nuestra vida para “neutralizar”.  ¿Cuáles pueden ser? Cada persona cuenta con los suyos. En el caso de las niñas y adolescentes, el juego, el deporte, el movimiento, el ocio con iguales en la calle, la naturaleza, un buen sueño, una buena alimentación, la desconexión digital, cierta capacidad de conexión interna, la visión positiva, una voz interior amable con una misma y una buena red afectiva parecen muy importantes.

La psicóloga Ana Martínez Pampliega (4) ya nos adelantaba al final del primer año de pandemia que el bienestar emocional de los niños había dependido y seguiría dependiendo de la presencia de ciertos factores de protección en su entorno. Y entre ellos, la puesta en práctica de medidas de autocuidado de los/as propios cuidadores/as, padres/madres. Y resaltaba que ese autocuidado, pasa por pedir ayuda, incluso ayuda profesional para poder tener más herramientas de afrontamiento.

Desde ahí, apoyar la Salud Mental de niños/as pasa por apoyar la Salud Mental de padres/madres, cuidadores/as y profesionales que acompañan a la infancia.

Pautas a tener en cuenta para la prevención.

Desde el Área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Deu (5) han creado un decálogo para ayudarnos a comprender y acompañar la S.M.  de la adolescencia. Estas ideas podemos trasladarlas (con su ajuste necesario) a otras edades

  1. Comprender que el cerebro está cambiando. 
  2. Modelar familia y entorno: los circuitos cerebrales se moldean con las experiencias de vida, la educación, la estimulación y el apoyo ambiental.
  3. Asumir el reto: aprovechar que es una época única, de múltiples cambios donde se generará la oportunidad de aprender las habilidades necesarias para afrontar la vida adulta. 
  4. Promover una vida sana: mantener un buen estado nutricional, estilo de vida saludable, practicar deporte físico regular, y una buena calidad y cantidad de sueño.
  5. Gestionar las TIC: predicar con el ejemplo. No prohibir pero sí limitar. Formarles y ayudarles a adquirir las competencias sociales adecuadas. 
  6. Comunicar con calidad:  tener un estilo basado en la escucha activa, la disponibilidad, la flexibilidad, la empatía y aceptación y, por último, la asertividad y autorregulación serán claves en el desarrollo socioemocional.
  7. Negociar: una gestión de conflictos basada en la resolución positiva será lo más beneficioso para la promoción de la salud mental y el establecimiento de unas relaciones entre padres e hijos más saludables.
  8. Pedir ayuda: la aparición de síntomas con intensidad y duración considerable, la disminución del rendimiento, un cambio marcado en la conducta, serán indicadores de solicitar consulta a un especialista. 
  9. Acompañar: en los aciertos y en los errores. En la gestión de las dificultades y del trastorno cuando aparece. 
  10. Hacer red: padres, madres, centros académicos y especialistas, comunicarnos, caminar juntos en el diálogo.

 


Además, como plantea el terapeuta clínico Roberto Aguado,(6) la rigidez emocional puede relacionarse con problemas de S.M.  Es necesario enseñar a los niños y adolescentes a tener una buena flexibilidad emocional y para ello, las personas adultas tendremos que ser ejemplo.  

 ¿Cómo detecto si hay una dificultad de S.M.?

A veces, notamos algo “raro” pero no sabemos si es algo esporádico por alguna cuestión puntual, si es propio de un cambio en la edad o si realmente les “pasa algo a nivel emocional”

En general, podemos ponernos en alerta si notamos cambios en el comportamiento de una forma notable y duraderos en áreas como:

  • Sueño: Insomnio, aletargamiento excesivo...
  • Movimiento: Agitación motriz, tics, inhibición motriz...
  • Alimentación: No comer, delgadez extrema, pérdida súbita de peso, comer en exceso o compulsivamente, obesidad, diarreas, estreñimiento intenso, vómitos…
  • Relaciones: Aislamiento social, falta de habla, comportamiento exhibitorio, verborrea excesiva…
  • Agresividad: Peleas, agresiones a personas, cosas, entorno… Autolesiones.
  • Estado de ánimo: irritabilidad, desgana notable, ideas suicidas, ansiedad…
  • Rendimiento escolar: bajada súbita de notas, imposibilidad de concentrarse, absentismo escolar…
  • Otros: dolores muy repetidos (cabeza, espalda, tripa…) abusos (substancias, tecnología…)

No se trata de que si una chica vomita un día, pensemos automáticamente que tiene algún trastorno psicológico. Pero si dura mucho en el tiempo, no tiene explicación fisiológica, es intenso y, sobre todo, se acompaña de otras señales … podría ser significativo.

¿Cómo abordarlo con ellos/as?

Si tenemos la sospecha de un posible malestar emocional, necesitaremos poder abordarlo.

En el caso de la familia, hay algunas ideas que nos podrían ayudar:  

1- Crearnos cierta “calma”.  

Esto es complicado. Y, siendo complicado, es necesario. Los hijos pueden entender nuestra preocupación o cierto “desasosiego” pero no les ayuda un desbordamiento emocional, que hagamos juicios de valor de su estado emocional o que busquemos “culpables” a toda costa sin más dirigiendo la culpa a nosotras mismas, a ellos, a sus amigos, profesores o demás (aunque es una primera  reacción muy humana) 

2-    Honestidad emocional.

Podemos, debemos ser honestas con nuestros hijos contándoles que hay algo que nos preocupa. No de su persona. Se trata de nuestra sensación de que puedan estar viviendo un malestar relacionado con comportamientos o señales  que hemos percibido.

Quizás ellos no perciban que tienen un problema, no quieran reconocerlo, o se cierren en banda al principio. (muy frecuente por ejemplo en la adolescencia) No hay que forzar en ese caso. Ya iremos teniendo conversaciones al respecto.

3- Mostrar disponibilidad.

En cualquier caso, es importante que sientan nuestra disponibilidad emocional para estar, ayudar y acompañar. A veces, incluso se puede verbalizar “No sé exactamente qué te pasa, si te pasa algo, si te sientes mal … No sé cómo ayudarte o qué decirte…Y, siendo así, quiero que sepas que estoy disponible para escucharte y ayudarte a que te sientas mejor. Quizás en algún momento, quieras que hablemos” Y quizás nos puedan decir que lo que quieren es que les hagamos su plato favorito para cenar y se lo podremos hacer.

Y estaremos atentas a cuando quieran expresarse. A veces, mientras comen el plato preferido que les hemos preparado o cuando estamos a punto de meternos a la cama. Hay que estar disponibles en ese momento. Sin hacer interrogatorios, sin juicios de valor, sin soltar sentencias o dar rápidamente nuestras soluciones.

Estar disponible pasa por seguir conjugando esa mezcla de afecto y disciplina tan necesaria (siempre y también cuando hay alguna dificultad) En un buen equilibrio y con una buena comunicación no violenta adaptada a la situación.

4-    Consultar en otros contextos.  

Consultar en el colegio, en el centro deportivo o de ocio y tiempo libre cómo ven a nuestro hijo a nivel emocional puede ayudar. En todo caso, sería importante “avisar” a éste de nuestra intención para que no sienta que “ocultamos algo”. Haciéndole ver que no es una cuestión de “control”, sino de cuidado.

5-    ¿“Convencerle” de ir a una ayuda profesional?

No podemos obligar a nuestra hija a hacer una terapia. Sí podemos tener algunos procesos de reflexión que le ayuden a verla como una alternativa. A veces, es interesante consultar nosotros con un especialista para que nos ayude en cómo plantearlo.  De todas formas, parece que tiene sentido

  • Enfocar la terapia como algo que ayuda a mejorar habilidades o sentirse mejor y no como una “cura a una enfermedad o problema”.
  •  “Incluirse” la familia como parte del proceso de terapia en el que todos/as vamos a adquirir herramientas. 
  •  En qué le gustaría a ella que le ayudara en el caso hipotético de ir  (quizás a priori no sea lo mismo que nosotros tengamos en la cabeza, no pasa nada)
  • Poner énfasis en la opción de terapia en los momentos en que la chica sea más consciente de que está pasándolo mal o se siente limitada para alg
  • Buscar un terapeuta que se adapte a la chica, a su estilo y pueda crear cierto “feeling”.  Se puede dejar que sea partícipe en la decisión de qué persona o que modelo de terapia elegir de alguna forma.
  • Recordar (aunque lo hará el terapeuta) que la relación es confidencial (si el terapeuta considera que hay que informar de algo o compartir en familia, lo trabajará con la niña)     

5- Todo lleva su tiempo. 

Todo esto no es algo que se pueda hacer deprisa y corriendo. Lleva su tiempo … y ocuparnos de la salud mental familiar requiere un fuego lento, una comida preparada lenta y no sirve pensar en “Fast food” o “Fast Life”

---

En el caso del profesorado, educadoras u otras personas es necesario que hagan procesos de detección, comprensión, derivación y comunicación con las familias. Para ello, han de estar formadas. Es fundamental, por ejemplo, hacer una buena acogida emocional empática con las familias para después poder plantear preocupaciones, reconociéndose la autoridad mutua y sin caer en “culpabilizaciones” que no ayudan. Otro punto importante es saber el rol que “toca”. Pudiendo ayudar muchísimo a una niña, no se puede tratar de hacer una terapia cuando no se está formado o se tiene el encuadre correspondiente. Derivar es el caso.  


Para acabar, recordar que “Nos enfermamos en sociedad y nos curamos en sociedad también” Es decir, la Salud Mental no es algo aislado, sino es algo comunitario. Y es necesario contar con esas redes afectivas de sostén y apoyo que puedan ayudarnos a prevenir y acompañar malestares emocionales Por ello, una de las líneas prioritarias para la administración política será promover esa salud comunitaria (en general y para la S.M.) Y dentro de la dimensión comunitaria, los niños, niñas y a adolescentes son un elemento activo  más, no “objetos” de atención, sino también  “sujetos” de participación. Ahí está el reto, crear entornos seguros en la comunidad para ellos y ellas, también en la dimensión de la salud entendida en un sentido amplio. 

Begoña Ruiz. Psicóloga, educadora social y psicomotricista. Referente de Protección y Educadora en el programa Tratu-on. 




1- UNICEF Estudio “En mi mente” 2021; SAVE THE CHILDREN Estudio Crecer Saludable(mente) 2021.  Asociaciones de Psiquiatría y Psicología Clínica por la Salud Mental de la Infancia y Adolescencia de España Salud Mental en la Infancia y la Adolescencia en la era del COVID-19 2021

2- Marian Rojas. Nuestro Cerebro, el mejor aliado contra el estrés . Aprendemos Juntos

3- Pepa Horno. Salud Mental en niños, niñas y adolescentes. Foro Ciudades amigas de la Infancia de UNICEF

4-  Ana Martínez Pampliega. Jornada de BBKFAMILY sobre el impacto del COVID en los Hogares de Bizkaia.

5-   Hospital San Joan De Deu. Decálogo para comprender y acompañar la adolescencia.  

6-   Roberto Aguado. Inteligencia Emocional Canal BBKFAMILY



Con la colaboración de: